Todo comenzó en otoño de 1845, cuando una plaga desconocida atacó a las patatas, alimento esencial de los pobres, y las volvió negras e incomenstibles. En 1846 no hubo apenas cosechas, y las de 1847 y 1848 fueron muy escasas. En aquellos lugares en que la subsistencia de las clases populares dependía de este tubérculo, el hambre fue espantosa y causó cientos de miles de muertos. (...) Dos malas cosechas de cereales, también en 1846 y 1847, completaron la catástrofe y la hicieron extensiva a toda Europa.
Josep Fontana: La Revolución Industrial y los nacionalismos, 1993.
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